La Biblioteca Museo Víctor Balaguer custodia un importante depósito del Museo Nacional del Prado desde sus inicios. La Institución, creada por el escritor y político Víctor Balaguer (Barcelona, 1824 – Madrid, 1901), abrió sus puertas oficialmente en otoño de 1884 en la localidad costera de Vilanova i la Geltrú. En pocos años –entre 1882 y 1886– medio centenar de pinturas salieron del museo madrileño con destino a este pequeño municipio al sur de Barcelona.
Entre las 38 piezas cedidas figuraban nombres de la talla de Juan Bautista Maíno, Pedro Orrente, Vicente Carducho o Juan Carreño de Miranda, y algunos lienzos del siglo XIX de grandes dimensiones como el Dos de mayo de Joaquín Sorolla, que aún hoy el visitante puede admirar en la Pinacoteca. No obstante, la pieza que con los años destacaría por encima de todas es La Anunciación de Doménikos Theotokópoulos, El Greco.
La llegada del depósito procedente del Prado, llamado por aquel entonces “Museo Nacional de Pintura y Escultura”, dio al proyecto de Balaguer un esplendor y una categoría únicos en su tiempo, siendo clave para su impulso inicial y para el crecimiento posterior de sus colecciones. Hoy en día, con un nuevo depósito firmado en la década de 1980, autores como Ribera, Murillo, Brueghel el Viejo o Maíno se pueden contemplar en la llamada Sala Prado, nombre que recibe el espacio permanente donde se muestran. Sigue siendo una sorpresa para el visitante hallar esta representación del Prado en Vilanova, a pesar de que la relación entre ambos Museos suma ya 140 años.
La pintura exhibida comprende un período que va de finales del siglo XVI a inicios del XVIII. Un contexto en el que los grandes mecenas del arte español –monarquía e Iglesia– solicitan un arte que les defina e identifique. La eclosión del Barroco y los postulados de la Contrarreforma generan una amplia producción artística de mucha calidad que será conocida como el gran Siglo de Oro de la pintura española. El conjunto de Vilanova ofrece una nutrida representación de las escuelas castellana, valenciana y andaluza, y en menor medida de escuelas extranjeras, como la flamenca o la italiana. Están presentes los principales géneros del Barroco: retrato de corte, pintura religiosa y mitológica, paisajes y naturaleza muerta. Entre los retratos de monarcas se exponen un Felipe IV de Pedro de Villafranca, un Carlos II en el Salón de los Espejos del Alcázar de Juan Carreño de Miranda, y los reyes Carlos IV y Maria Luisa de Parma de Francisco de Goya. De las grandes escenas religiosas que marcaron con fuerza la producción artística italiana y española desde finales del siglo XVI, hallamos los lienzos del florentino Vicente Carducho, con dos grandes telas dedicadas a la vida de San Juan de Mata. De menores dimensiones, apreciamos un magnífico ejemplar caravaggiesco de José de Ribera, San Felipe, perteneciente al único apostolado completo que se conserva del autor, y también una obra de Bartolomé Esteban Murillo, San Jerónimo leyendo, que formaba parte de la colección personal de Isabel de Farnesio. La mitología, el paisaje y la naturaleza muerta llegados a España a través de los artistas flamencos tienen ejemplos en Jan Brueghel “de Velours”, Franz Snyders o Jan Wildens. La Andrómeda encadenada del taller de Rubens, por ejemplo, muestra, en un desnudo frontal, una escena mitológica muy cultivada por el artista de Amberes.
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